viernes, 6 de julio de 2012

Alumna y profesor...




Entré en su despacho con la intención de preguntarle unas dudas sobre la asignatura que impartía en la universidad. La verdad es que en su asignatura siempre tenía dudas. Le prestaba tanta atención a él, a sus pantalones ceñidos a ese bonito culo, al intenso brillo de sus ojos, a la movilidad de sus dedos que tantas ganas tenía de sentir sobre mi piel, que normalmente no me enteraba de nada de lo que decía en la clase.

Nada más entrar por la puerta de su despacho, después de llamar inocentemente, me recibió con una sonrisa tan calida y cautivadora que me sentí humedecer y me hizo temblar las piernas.

— Pasa Anjana, pasa. ¿Alguna duda sobre mi clase de hoy? — me dijo mientras yo sentía como todo el calor de mi cuerpo se concentraba en mis pómulos sonrojados y....entre mis piernas.

“Si, ¿cuando me harás sentir tus dedos sobre mi piel?" pensé para mí en decirle pero de mis labios solo broto un tímido y tartamudeante si.

Me ofreció sentarme en una silla de cuero negro frente a su mesa y me interrogó con la mirada. Yo le expuse mis dudas sin poder quitarme de la mente sus labios que tanto me apetecía besar. Se levantó de su asiento. Colocó sus brazos sobre los brazos de la silla y con dulzura me empezó a explicar mis dudas. Yo podía sentir su aliento jugando en mi pelo. El calor de sus palabras atravesaba mi melena y erizaba los pelos de mi nuca. No pude evitarlo me eché a temblar.

En los brazos de la silla sus dedos jugueteaban tamborileando. Sus palabras dejaron de ser audibles para mis oídos. Solo podía pensar en aquellos dedos ágiles jugueteando entre mis piernas, en la cima de mi placer, en aquel lugar prohibido que yo ya sentía empapado.

Estaba nerviosa, alterada, excitada, cachonda, loca de deseo y sin saber realmente lo que hacia, en un impulso incontrolable, mecánico, agarré una de sus manos, la arranqué de apoyabrazos de la silla y la apoyé con fuerza contra mi sexo latente por encima de la tela de mi falda.

La apreté con fuerza con mis dos manos por si él reaccionaba intentando apartarla. No quería que se moviera de allí. No lo hizo.

Durante unos segundos se quedo quieto. Yo podía sentir el calor de su mano en mi húmedo sexo. Notaba la tela de mi tanga humedecido. Mi excitación era tal que mis pezones se endurecieron contra mi blusa y mordiéndome los labios empecé a contonear mis caderas contra su mano.

El no decía nada, no hacia nada. Podía sentir su respiración en mi cuello, su mano en mi sexo. Dios como lo disfrutaba.

Entonces él empezó a mover sus dedos. A tamborilear como había hecho antes en la silla pero ahora sobre mi coño. Al sentir sus dedos moverse de mi boca escapó un gemido de placer. Solté su mano y me aferré con fuerza a los brazos de la silla.

Con su otra mano apartó el pelo de mi cuello y empezó a besarme con dulzura, dejando restos de su humedad en mi cuello, en el lóbulo de mi oreja, casi en mis hombros. La mano que acariciaba mi entrepierna se detuvo un instante. Un "No pares por favor" se escapó de mis labios. El subió mi falda hasta dejar mis muslos a la vista. Yo abrí mis piernas. Mi tanga de color rosa chile tenía una enorme mancha de flujos a la altura de mi sexo. Estaba tan caliente.

El lo separó con la yema de sus dedos. Aquellos dedos mágicos que tantas ganas tenía de sentir sobre mi piel. Los deslizó por todo mi coño. Empapándose. Haciéndome gemir de placer. Luego empezó a masturbarme. Primero despacio. Rozándome. Pasando los dedos por cada poro de sensibilidad de mi empapado sexo. Después martilleo con delicadeza mi clítoris y por ultimo, haciéndome estallar en gemidos incontrolables, me penetró con dos de sus dedos.

Era tanto el placer que sentía que notaba como mi cuerpo se contraía y mi espalda se arqueaba buscando sentir más dentro de mí aquellos dos dedos. No pares, no pares, era lo único que era capaz de decirle entre gemido y gemido.

Entonces llamaron a la puerta. Ninguno de los dos dijimos nada. Yo contuve mis gemidos. Me mordía los labios hasta casi hacérmelos sangrar. Estaba al borde del orgasmo. Necesitaba llegar al orgasmo.

En la puerta seguían insistiendo. Golpeaban cada vez con más insistencia en el cristal opaco que nos ocultaba de miradas indiscretas. El respondió:

— Un segundo por favor ahora le atiendo —Mientras aumentaba el ritmo de sus penetraciones en mi coño.

Le agarré su mano con las mías. Mi cuerpo se contrajo, mi sexo se convulsionó, mis labios sufrieron la mordedura de un brutal orgasmo contenido.

Después él fue hacia la puerta. Yo me coloque el vestido. Era el director que venía a preguntarle por los exámenes. Él me miró y sonriendo me dijo:

— Seguiremos con las explicaciones en otro momento...y no te preocupes profundizaremos un poco más en la materia —sonrojada me levanté y salí del despacho.

Sólo esperaba que él no tuviera que dar muchas explicaciones por la mancha de olor sexual que había en su silla.

Al día siguiente volví al despacho del profesor. Me había pasado la noche pensando en él, en la suavidad de sus manos, en como me había masturbado. Había pensado tanto en él y en aquel momento a su lado que había terminado masturbándome bajo mis sabanas susurrando entre gemidos su nombre.

Me había levantado con una decisión tomada. Aquello no podía acabar así, el profesor se merecía una recompensa por ser tan aplicado en sus explicaciones. Con una sonrisa entré en el despacho.

Él, al verme entrar en su oficina con aquellos pantalones vaqueros ajustados que remarcaban mi figura, con el pelo suelto cayéndome sobre los hombros y con una sonrisa maliciosa en la cara, no pudo evitar sentirse sexualmente atraído de nuevo. Él también había tenido que masturbarse en su casa recordando el olor de sus dedos cuando la joven se convulsionó apretando su mano.

Fue a levantarse para recibirme pero con un gesto le hice ver que no hacia falta.

— Tranquilo profesor, hoy no vengo a preguntarle dudas, solo a devolverle el favor de ayer.

Puso cara de no comprender pero en cuanto pasé al otro lado de la mesa y le dí un suave beso en los labios comenzó a entender.

Fue un beso calido en el que los labios se rozaron con dulzura. Después sintió la punta de mi lengua humedecerle la boca y por ultimo mi pasión juvenil besándole intensamente buscando entrelazar nuestras lenguas. Fue un beso tan intenso y pasional que no puedo evitar excitarse hasta que su sexo deformara la cremallera de su pantalón. Aunque él no podía saberlo aquel beso me había humedecido la ropa interior.

Dispuesta a compensar a mi profesor me arrodillé entre la silla y la mesa y con dulzura, malicia y deseo reflejados en mis ojos fui soltando el cinturón y la cremallera del pantalón.

El bóxer negro ajustado que llevaba se veía deformado por la tensión de su sexo. Desde tan cerca casi podía sentirlo latir bajo la tela. Sin pesármelo dos veces le di un beso. El cuerpo del profesor se convulsionó en la silla. Por encima de la tela fui recorriendo aquella polla con la que había soñado la noche anterior, desde la base de los huevos, que desprendían un calor que hacia arder mis labios, hasta la cima de aquel capullo que ya imaginaba rosado y húmedo.

Volví a sentirse tremendamente excitada. Mi sexo latía bajo mis braguitas blancas. Sin dejar de dar suaves besos al miembro erecto de mi profesor fue soltándome los pantalones vaqueros y buscando con la yema de mis dedos la humedad de mis braguitas.

Entonces llamaron a la puerta. El profesor se puso tenso y me empujó debajo de la mesa. Me quedé allí, quieta, con las manos metidas en mis pantalones vaqueros y con el olor de aquella polla a escasos centímetros de mi cara.

—Adelante, pase —dijo el profesor.

Una voz de mujer habló desde la puerta. Era una compañera de clase. Una chica tan guapa como odiosa con la que no me llevaba nada bien.

La joven tonteaba entre risitas y preguntas estupidas con el profesor. Él se mostraba nervioso. Escondida bajo la mesa, con mis bragas empapadas y aquella polla que tanto deseaba frente a mí, no se resistí más. Abrí el bóxer de mi profesor y extraje su pene que se quedo erguido. Tenía las venas marcadas, el capullo sonrosado se mostraba en pleno esplendor, de su punta brotaban pequeñas gotas de flujos que delataban la excitación de mi amante. Recogí aquellas gotas con la punta de mi lengua. Él se estremeció.


— ¿Esta Usted bien profesor? —preguntó la inoportuna compañera de clase.

— Si, si muy bien —contestó él mientras me iba introduciendo su sexo hasta el fondo de mi boca.

Pese a lo comprometido de la situación no podía parar. Si me sacaba aquel erecto miembro de la boca estallaría en gemidos de placer por el roce de mis dedos en el coño y aquello terminaría por delatarnos. Además se sentía tan rico el sabor de mi profesor en la boca. Disfrutaba tanto de las gotas de néctar que aquella polla me regalaba que no me hubiera liberado de ella por nada en el mundo.

A cada beso, a cada lamida, a cada succión que le daba a aquel instrumento de placer notaba como crecía en mi boca y con ella mi excitación me acercaba más a mi orgasmo. El profesor a duras penas conseguía mantener una conversación coherente con su otra alumna y yo disfrutaba imaginando la cara que pondría aquella bobalicona si descubría lo que estaba haciendo bajo la mesa del profesor.

Entonces tuve una idea maliciosamente morbosa. Llevaría al orgasmo a mi profesor delante de aquella alumna.

Aceleré el ritmo de mi boca. Mamé, succioné, chupé, lamí, besé, me follé entre mis labios aquella verga cada vez más erecta y excitada. Me ponía más y más excitada imaginando las caras del profesor intentando mantener la compostura y cuanto mas excitada estaba con más ganas me masturbaba y chupaba aquella polla.

Adecué el ritmo de mis dedos al de la mamada que propinaba a mi deseado profesor buscando alcanzar juntos el orgasmo. Quería que mi sexo se vaciara de placer a la vez que mi boca se llenaba del placer de mi profesor.

Mi coño se contraía, aquella polla se convulsionaba apretada entre mis labios. Los dos estábamos al borde del orgasmo. No pude detenerme...me daba tanto morbo hacerle correrse delante de aquella alumna engreída.

Instantes después sentía brotar entre mis dedos el placer de un intenso orgasmo y como se me llenaba la boca del semen de mi profesor que no pudo evitar un jadeo al correrse.

Sonreí bajo la mesa al pensar en las caras de profesor y alumna mientras me relamía de gusto bajo la mesa.

sábado, 23 de junio de 2012

Pensando en ti...

La tarde era calurosa. Estaba ya bien entrado el verano. Yo llegaba a casa del trabajo sofocada. Pasear por la calle, con mi traje de ejecutiva agresiva, con treinta y cinco grados a la sombra era demasiado para mí. Lo primero que hice al entrar en casa fue quitarme la ropa y darme una ducha de agua fresca. Estaba empapada en sudor. Mucho más animada, sin la sensación de ropa pegada a la piel y ya tranquila, después de un día duro y estresado, cogí una camisa que mi novio se había dejado en el armario, antes de salir de viaje, y me la puse. Era blanca, con amplios botones y de manga corta. Me quedaba grande y me tapaba por debajo de las rodillas. Era cómoda y fresca y todavía tenía su olor. Ese olor que mi novio desprendía cada mañana al salir de casa, ese olor que se acostaba a mi lado cada noche y yo abrazaba. Lo echaba mucho de menos. Hacía ya mes y medio que por motivos de trabajo mi novio había tenido que salir de viaje al extranjero para tres meses. Era una oportunidad que no podía dejar escapar y la cogió. Yo lo animé. La casa estaba muy vacía sin él. Se me hacían enormes aquellas cuatro paredes sin su sonrisa llenándolas. Pero aun quedaba otro mes y medio para que mi soledad se convirtiera en sonrisas y besos.

Fui a la cocina a prepararme la cena. Abrí las ventanas, el calor era insoportable. La luz solar ya apenas iluminaba y todo empezaba a teñirse de negro y aun así el calor se colaba por la ventana, como un ladrón intentando robar el poco aire respirable que quedaba en la cocina. Las farolas de mi calle despertaban. Abrí la puerta de la nevera. Un golpe de aire fresco me hizo cerrar los ojos y estar unos segundos parada. Después saqué todo lo necesario para prepararme una ensalada. Una lechuga, unos huevos y unas patatas cocidas, unas aceitunas, un poco de tomate y una lata de bonito. Ya lo tenia casi todo preparado de la noche anterior y sólo tenía que ponerlo en un bol y cenar tranquila. Estaba poniendo todo cuando al mirar por la ventana lo vi.

Mi vecino de enfrente tenía la luz de su cuarto encendida. Nuestros bloques no están muy separados el uno del otro y si no se tiene cuidado te pueden observar todo lo que haces. Más de una vez me he visto sorprendida caminando por mi casa en ropa interior y con varias miradas curiosas al otro lado de la ventana fijas en mis pasos. Desde mi cocina se veía bien su cuarto. Tenía las cortinas abiertas y la persiana levantada. Estaba desnudo, tumbado sobre la cama y miraba fijamente hacía el otro lado de la habitación. Por su estado de nerviosismo comprendí que a ese otro lado tenía que haber algo que le alteraba. Después me fijé, estaba empalmado. Incluso desde mi cocina se le notaba sin ninguna duda. No tardé en descubrir el motivo de su inquietud.

Una joven rubia de alrededor de metro setenta, escultural y con insinuantes curvas se contoneaba delante de la cama al ritmo de una música que solo debía sonar en su cabeza y, con suaves movimientos y muy sensual, se iba desnudando lentamente. Cuando acerté a descubrirla sus pechos bailaban al aire y su minifalda se deslizaba por sus piernas al ritmo de sus caderas acercándose lentamente al suelo, dejando al descubierto un pequeño tanga, color rojo, que dejaba muy poco a la imaginación y mucho a la vista de un, ya más que nervioso, vecino mío.

La joven siguió bailando. Yo le miraba a él. Se acariciaba despacio y cada vez se le notaba más duro y excitado. La verdad es que, incluso visto desde mi ventana, mi vecino estaba bien dotado. Sin poder evitar sonreír me acorde de mi novio. Mi chico no carece de encantos tampoco. Muchas veces me divierto provocándole en un lugar publico y notando como un bulto enorme deforma su pantalón. El pobre siempre se empeña en intentar esconderlo, muerto de vergüenza. Es muy tímido, pero esta demasiado bien dotado como para que no se le note. ¡ Dios como lo echaba de menos!

La joven rubia se subió a la cama completamente desnuda, gateando sobre las sabanas y, sin pensárselo dos veces aparto la mano de mi vecino, que seguía acariciándose, y acercando su boca a aquel buen pedazo de carne se la fue tragando despacio. Los dos empezaron a gemir.

Me aparté de la ventana. Verles así y pensar en las veces que yo hacia eso mismo con mi novio me estaba poniendo mala. Decidí centrarme en la ensalada y dejar de pensar. No pude, era demasiado tarde. Ya no me podía sacar a mi novio de mi cabeza. Llevaba mes y medio sin sus besos, sin sus caricias, sin su olor, sin el suave roce de su piel contra la mía, sin aquel bulto que deformaba su pantalón. Al pensar en ello no pude evitar volver a sonreír. La verdad es que estaba bastante necesitada de los atributos de mi novio.

Recordé que la noche anterior antes de irse nos desahogamos pensando en el tiempo que íbamos a estar sin vernos. Hicimos el amor toda la noche. De varias maneras. Sus manos me recorrieron entera. Sus labios me dibujaron cada poro de mi piel. Su lengua humedeció todo mi cuerpo. Su sexo me llenó hasta lo más profundo de mi ser. Aquella noche fue una locura. Acabe agotada, pero muy feliz. Lo amaba y lo deseaba con pasión. Y ahora no lo tenía y cada vez me hacía mas falta.

Pensar en él, en aquella noche y en lo que hicimos me hizo suspirar y humedecer. Intenté pensar en mi cena y en las cosas que me quedaban por hacer en la casa antes de acostarme. Tenía bastante ropa que meter a la lavadora. La casa estaba sin recoger del día anterior. Tenía que preparar unos informes para el trabajo. Fue imposible, me mordía los labios nerviosa, apretaba mis piernas para no sentir los latidos de mi sexo pero no pude evitar humedecerme. Mi necesidad y mi deseo eran mayor que mi poder de concentración. Curiosa y alterada, picara y traviesa, pensativa y morbosa, volví a mirar por la ventana.

Mi vecino poseía a aquella rubia exuberante. Se movía cadenciosamente sobre ella. Lo hacía muy despacio. Dejando que cada centímetro de su sexo se dejara notar al entrar y al salir. Lo hacía sin prisas. Disfrutando del momento. La besaba apasionado sin dejar de moverse sobre ella. Sus manos estaban entrelazadas. Su cuerpo la cubría casi por completo, yo apenas la intuía debajo de él. Alterada y deseosa, me deje llevar por mis instintos. Necesitaba una buena dosis de placer y sabía que yo misma podía dármela. No era lo mismo que estar con mi novio pero me servía para desahogar mi, desatendida, lívido.

Me olvidé de la ensalada y, sin dejar de mirar por la ventana, me empecé a acariciar suavemente mis pechos por encima de la camisa. Aproveché aquella escena de deseo que me ofrecía mi vecino y su acompañante para terminar de excitarme y notarme empapada entre las piernas. Después, dejando a una de mis manos investigar bajo la camisa, comprobé lo mojada que estaba y, con esa humedad en mis dedos, volví a acariciar mis pezones. Esta vez, por debajo de la ropa. No tardaron en endurecerse. Imaginaba a mi novio apretando mis pechos entre sus labios. Cada una de mis caricias en mis sensibles pezones me hacía suspirar de placer. Estaba caliente, muy caliente y ya la escena de mi vecino con la rubia tetona dejó de interesarme buscando un placer mayor que el que me proporcionaba ejercer de voayeur.

Aquella escena había despertado mi lado morboso y travieso. Decidí jugar con mi propio cuerpo. Masturbarme despacio, lenta y pasionalmente hasta alcanzar el orgasmo o los orgasmos que mi cuerpo deseoso me pidiera. Recordé que lo que más caliente solía poner a mi chico era verme masturbando mi culo para él e, imaginando tenerlo a mi espalda, empecé a hacerlo. Lo primero que hice fue humedecerme los dedos entre mis piernas y, con ellos empapados, lubricar la entrada de mi culo. La sensación de mis yemas humedecidas, en aquel pequeño orificio de mi ser, me hizo suspirar. Muchas veces mi chico había jugado de la misma manera en él. Lo volví a sentir a mi espalda. Casi podía sentir su respiración sobre mi piel sudorosa. Noté como poco a poco, ayudado por la humedad y el roce de mis dedos, se iba dilatando y, ya casi sin querer, sentía como uno de mis dedos se introducía en él. Lo dejé entrar hasta lo más profundo y, no siéndome suficiente, busqué una postura mejor que me permitiera llegar más dentro de mi cuerpo. Cerré los ojos, era como sentir sus dedos explorando mi ser. ¡ Como lo necesitaba!

Me puse de rodillas en el suelo de mi cocina. En aquella postura mi culo se ofrecía mejor a mis deseos. Dejé que dos de mis dedos jugaran a placer en su interior lo que me mantenía jadeando sin parar. Notaba mi sexo latir deseoso y envidioso de aquellos dedos. Estaba totalmente empapada y gotas de mi placer mojaban ya el suelo de la cocina. Mis dedos ya no me eran suficientes, estaba demasiado caliente y necesitaba algo más. Algo que se asemejara al sexo de mi pareja. Nerviosa abrí la nevera.

Busqué con la mirada algo que me pudiera servir. Tardé en encontrarlo, pero al final, en una bolsa que había en el cajón de abajo encontré lo que buscaba. Saqué de la bolsa una zanahoria. Tenía el tamaño perfecto. Ni excesivamente grande cómo para no poderla usar en mi delicado culo ni tan pequeña como para no darme el placer que yo buscaba. Nerviosa y con prisas la limpié. Sin embargo, despacio, sin prisas, y después de humedecerla entre mis labios inferiores la deslice entre mis nalgas dejando que lentamente me follara.

Pensé en mi novio, en lo caliente que verme así le hubiera puesto y en lo poco que habría tardado en poseerme allí mismo en medio de la cocina. Mi primer orgasmo se acercaba. Brotaba ya de mi vientre y se acercaba al borde de mi coño. Aceleré el ritmo de mi mano para follarme más deprisa, buscando aquel instante de placer intenso entre gemidos ahogados y entrecortados. Mi culo se tensó, mis piernas se apretaron, mi coño se contrajo y todo a la vez estalló en un orgasmo intenso que me hizo caer a cuatro patas en el suelo de la cocina.

Tarde unos segundos en recuperar la respiración. Seguía con la zanahoria clavada entre mis nalgas y prácticamente tumbada en el suelo de la cocina. Aquel orgasmo había sido intenso y muy placentero pero mi coño, olvidado aun por mis caricias parecía suplicar un poco de atención. Cerré los ojos. Sonreí recordando lo que una vez pasó con mi novio en el mismo sitio donde yo ahora me encontraba.

Aquel día llegó a casa del trabajo y me pilló en la cocina preparando la cena. Sin decirme nada se puso a mi espalda y apretándome las tetas empezó a rozarse con mis nalgas. Llegaba ya empalmado y no me dejo ni siquiera preguntarle que hacía. Simplemente me bajo la ropa y empezó a follarme salvaje y descontrolado. Fue tanto el placer que me dio que me corrí casi enseguida y me fallaron las piernas. Me tumbé en el suelo y él se masturbo de pie delante de mí corriéndose casi seguido y dejando que su leche me empapara entera.

Pícara volví a abrir la nevera y saqué un brik de leche. Aquella leche sería la corrida de mi novio esa noche. Saqué despacio la zanahoria de mi culo y me tumbé boca arriba. Desabroché la camisa y vertí un poco de leche en mis duros pezones. Imaginaba a mi novio llegando al orgasmo sobre mi como aquella noche. Dejé caer un poco más de leche en mi ombligo. Llenándolo, rebosándolo. Después eché mas cantidad entre mis piernas. Era como sentir a mi novio vaciándose sobre mi. Ya no podía más.

Busque con mis dedos aquella leche mezclada con mis flujos y me la lleve a la boca. Tenía un sabor más dulce que el que había descubierto al probar el orgasmo de mi novio mezclado con el mío. Me gustó y me follé los dedos golosa e insaciable. Mi cuerpo, mi ser, mi sexo me pedían volver a llegar a un orgasmo que me vaciara por completo. Me subí a la mesa de la cocina y allí encima abrí lo más que pude mis piernas. En el suelo de la cocina se veía un pequeño charco de mis flujos y de la leche mezclados. Estaba descontrolada. Necesitaba follarme duro. Lo hice. Con una de mis manos frotaba y pellizcaba mi clítoris. Con la otra dejaba que tres de mis dedos me penetraran. Me movía a un ritmo vertiginoso. Salvaje. Bestial. El mismo ritmo con el que mi novio me había echo suya aquel día. Mi boca solo dejaba escapar gemidos de placer. Mis ojos cerrados me llevaban a sentir a mi novio sobre mi. Mis piernas temblaban. Mis pechos se balanceaban al aire. Mi espalda se arqueaba y mi cintura se movía acompasadamente con mis dedos. Todo mi cuerpo era puro placer y deseo. Me mordí los labios. Otro orgasmo, mucho más intenso que el anterior, casi me deja sin respiración. Agotada y satisfecha me dejé caer sobre la mesa.

Suspiré lastimosamente, pensando que aun me quedaba otro mes y medio para sentir así a mi novio y sonreí al pensar que necesitaría, en aquel tiempo, más de aquellos consuelos caseros y solitarios. Ya más relajada y recuperando la respiración abrí los ojos y miré por la ventana. Mi vecino y su amiguita me miraban atentos desde el alfeizar. Les sonreí
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martes, 19 de junio de 2012

Hola cariño...(lesbico) Parte 2/2

Como te decía la situación era morbosamente comprometida, y todavía fue a más. Me dijo que si algo bueno tenia su ex era lo mucho que había abierto su mente en el mundo del sexo. Me contó que con él había experimentado sus primeras relaciones en lugares públicos, sus primeros intercambios de pareja y sus primeras relaciones lesbicas y que, desde que estaba sola, había aprovechado muy bien todas aquellas enseñanzas y que ahora disfrutaba ampliamente de los placeres del sexo.

Mi curiosidad estaba por las nubes. Sin pensar en las consecuencias le pregunte por su primera relación lesbica. Ella se sonrió y empezó a contarme que su ex, un día, le planteo la posibilidad de invitar a otra mujer a cenar con la intención de seducirla. Ella aceptó atraída por la idea. Ya en el restaurante dejo que su novio se la insinuara y la provocara y ella misma no tuvo reparo en acarolarla rozándola suavemente los labios en un, mal llamado, inocente beso de nuevas amigas. La pobre mujer se sonrojo y nuestra vecina me confeso reírse divertida y a la vez sentirse sexualmente atraída ante aquella inocencia pudorosa. Durante el resto de la velada maliciosamente se dedico a hacerle confesiones subidas de tono al oído de las virtudes de su pareja en la cama, lo que hacia aumentar el nerviosismo de la invitada.

Vanessa me lo contaba sonriendo y no pudo evitar reírse al recordar el brinco que pegó la pobre invitada cuando su novio, sin previo aviso, le puso la mano sobre uno de los muslos y la metió entre sus piernas, antes de que ella pudiera reaccionar y llegar a cerrarlas. Me contó que su vergüenza la hizo salir corriendo de la mesa cuando él no dudó en decirle en voz alta que su acompañante tenia los muslos mojados. La pobre se refugio en el lavabo y ella la siguió con el consentimiento de su novio. Me relato lo que hizo en el baño, ni corta ni perezosa se acerco a ella y la beso en la boca dejando que su lengua dibujara sus labios: ese fue el fin de la timidez de la invitada.
Y el inicio de mi deseo.

No se porque cariño en ese momento decidí aceptar tu proposición de hacer un trío. Estaba frente a la persona que hacía despertar en mi ese deseo. Deseaba sentir los labios y la lengua de Vanessa en mi boca. Notaba mis muslos mojados, mi corazón acelerado, mi apetito sexual descontrolado. Si no fuera por que aun eran más fuertes mi pudor y mi vergüenza hubiera empezado a masturbarme allí mismo, delante de ella. Y entonces pasó.

Vanessa cambio su postura en el sofá. Hasta ese momento había estado con las piernas cruzadas mirándome de lado y sujetando la taza de café entre sus manos pero en ese momento, en el que yo intentaba controlar mi deseo de besarla, dejo la taza de café sobre la mesa, descruzo sus piernas y se giro hacia mí levantando las piernas sobre el sofá y cruzándolas delante de ella para mirarme de frente. Fue solo un segundo, un segundo que me hizo empapar por completo mi ya mojada ropa interior y que casi me hace derramar lo que quedaba de mi taza de café. Al levantar las piernas al sofá Vanessa, en un descuido, me mostró su ropa interior. Llevaba un precioso tanga blanco con encaje en los lados pero no fueron los encajes lo que capto mi atención, ni el hecho de que pese a su pequeño tamaño no dejara a la vista ningún vello púbico lo que no dejaba dudas de que se depilaba aquella intima zona. Lo que me hizo estremecer fue la enorme mancha de humedad que cubría la parte central de su sexo. ¡ Ella estaba igual de excitada que yo!

Sentí un intenso calor brotando de mi entrepierna, subió como la lava de un volcán por mi ombligo y paso por mis pechos poniéndome los pezones de punta hasta brotar de mi boca en forma de suspiro y de palabras. No pude contenerme. La dije lo que me estaba pasando. Lo que acababa de ver. Le hable de nuestras ultimas conversaciones y de la, cada vez más excitante idea de hacer un trío. Le hable de las ganas que tenia de besarla. Me salió todo de golpe. Fue como un orgasmo pero en palabras. No pude contenerlo. No quise contenerlo. Y esperaba, mas bien deseaba, que después de esas palabras ella se lanzara a besarme. No lo hizo. Hizo algo peor que me tiene excitada desde entonces. Me hablo de esta idea.

Me dijo que la idea del trío contigo le atraía. Que también se había fijado en tus atributos en el ascensor y que le parecíamos una pareja encantadora y atractiva. Que ella también se había alterado hablando conmigo y que se le estaba pasando una idea por la cabeza. Me dijo que volviera a mi casa. Que pensara en la idea del trío durante toda la noche pero que no quería que hiciera el amor contigo esa noche, que quería reservarse mi siguiente orgasmo para ella. Le hable de tu costumbre de ir a ver los partidos de fútbol los domingos y entonces se sonrió y me explico lo de esta nota en el ordenador prometiéndome darme ese beso que tanto deseaba y algo más cuando bajara a su casa el domingo por la tarde.

Aunque me moría de ganas de sentirla en ese momento la idea me resulto tentadora y morbosa. ¿Seria capaz de aguantar sin contarte nada hasta el día siguiente? ¿Estando excitadísima como estaba aguantaría mi deseo de hacerte el amor toda la noche? Uff no sabes lo mucho que me ha costado. Ayer estuve a punto de saltarme el juego y follarte salvajemente en la cama. Esta mañana, durante el desayuno, he estado a punto de volver a sucumbir y decirte lo que habíamos planeado y entregarme a ti sobre la mesa de la cocina. Y durante la comida notaba mi ropa interior chorreando pensando en el poco tiempo que quedaba para sentir a Vanessa en mi boca y que tu recibieras esta sorpresa de la que llevabas tiempo intentando convencerme.

Ahora cariño, voy a bajar a casa de Vanessa. Empezaremos sin ti y le daré el orgasmo prometido a ella. Te dejaremos la llave de su casa debajo del felpudo. Pasa sin llamar. Las dos te estaremos esperando. Quiero que sepas lo deseosa que estoy de recuperar nuestra activa vida sexual y como muestra de ello te dejo mi tanga empapado en el respaldo de la silla. Seguro que te alegras al verlo.


Tu, hasta hoy, fiel esposa.


Silvia.

viernes, 15 de junio de 2012

Hola cariño...(lesbico) Parte 1/2

Hola cariño;

He decidido dejarte este email porque sé que lo primero que harás al volver del partido, y ver que no estoy en casa, es conectarte a Internet y mirar tu cuenta de correo. Es lo que has hecho, casi cada día, desde que nos casamos, hace ya más de siete años, así que confió en que hoy no cambies tus costumbres.

En estos años de matrimonio hemos compartido muchas cosas y seguimos siendo tan felices, o más, que el primer día pero, si en algo estamos de acuerdo, los dos, es en que nuestra vida sexual se ha vuelto monótona.

Antes, de novios, éramos mucho más alocados, practicábamos el sexo en cualquier lugar y casi de cualquier forma. ¿Te acuerdas de aquella noche en el cuarto de baño de la casa de tus padres mientras ellos nos esperaban en la mesa para cenar? Los dos echamos de menos aquellos momentos pero ya casi nunca los llevamos acabo. De un tiempo a esta parte hemos estado hablando de recuperar aquellas costumbres, aunque ya al borde de los cuarenta, no estemos para follar en la parte de atrás de nuestro coche. Tu te has obsesionado con la idea de probar a hacerlo con otras personas, en hacer un trío. La idea siempre me ha resultado morbosa, incluso he tenido intensos orgasmos fantaseándolo a solas contigo, pero nunca me he atrevido a hacerlo. Me daba miedo. Nunca he estado segura de meter a otra persona en nuestras relaciones. Nunca hasta hoy, y por eso este email amor mío, porque creo que ha llegado la hora de hacer esa fantasía realidad.

Te preguntaras el porque de este repentino cambio. Ayer, mientras compraba el pan en la tienda del barrio, apareció Vanessa, nuestra vecina del segundo. Estoy segura que te acuerdas de ella ya que, cada vez que coincidimos en el portal o en el ascensor, siempre te la quedas mirando a los pechos. Venia vestida con una falda muy corta color negro que acentuaba la curva de sus caderas y una blusa blanca con bastante escote. Su pelo castaño le caía sobre los hombros, lo llevaba suelto. Iba ligeramente maquillada. Con un suave toque de color fucsia en sus labios y un poco de rimel que hacía más intensa su mirada de ojos verdes. Hubiera llamado tu atención amor mío. Me saludo y, después de una breve conversación de vecinas de cinco minutos, me invito a tomar una taza de café por la tarde si no tenia nada que hacer. Como tu cariño, ayer a la tarde, trabajabas acepte y a las cinco y media baje a su casa.

Me recibió casi desnuda. Llevaba la típica camiseta de chico que le llegaba por debajo de las rodillas de esas con un numero bordado a la espalda, curiosamente el sesenta y nueve, y que, a sus recién cumplidos treinta años, aun se puede permitir llevar. Se notaba claramente que bajo la camiseta no llevaba sujetador, ya que como tu bien sabes cariño, esta muy bien dotada de delantera y se notaba su suave bamboleo al andar.

Me sentí un poco incomoda. Yo con mis pantalones vaqueros ceñidos, esos que tu dices que me hacen un culo muy apetecible, y una blusa blanca sin mucho escote y el pelo recogido en una coleta y ella allí, delante de mí, prácticamente desnuda sin ningún pudor.

Me dijo que me pusiera cómoda en el sofá y ella vino con las tazas de café. Se sentó al otro extremo del asiento y, al hacerlo, la camiseta se subió levemente y dejo más a la vista sus firmes muslos. Nos pusimos a hablar y, la verdad, es una mujer encantadora. Cualquier menor atisbo de incomodidad en mí se borró al de quince minutos de conversación. Al de media hora ya parecíamos amigas de la infancia y empezó a contarme cosas de su vida. Porque seguía soltera, como había roto con su ultimo novio, como desde entonces no buscaba una relación con ataduras, no se muy bien como la conversación acabo derivando hacia el tema del sexo y su vida sexual.

Todo empezó cuando, hablándome de su ex pareja, comenzó a detallarme todos sus defectos, que si bebía, que si nunca estaba en casa, que si nunca la había amado como debía....la comente que algo bueno tendría que tener para haberse ido a vivir con él, y no lo dudo, me contesto que era un genio en la cama. Entre dientes y con una sonrisa traviesa confeso que no solo en la cama. No tuvo reparos en detallarme lo bueno que era usando la lengua. Me dijo que era el único hombre que le había conquistado entre las piernas. Ella me lo dijo sin inmutarse pero yo note como mis mejillas ardían y me ponía roja como un tomate, eso sí, despertó mi curiosidad.

Allí estaba yo, escuchando atenta como nuestra vecina me detallaba como su ex le hacia perder el sentido cada vez que posaba su lengua entre sus muslos. Empecé a ponerme nerviosa cuando, siempre entre risas me contó el día que no pudo resistirse a sus hábiles insinuaciones y le pidió, casi le rogó, que se metiera entre sus piernas. ¡ En la mesa de un restaurante!

Me recordó a nosotros cuando éramos novios mi amor y sentí que mi vientre se tensaba y que no podía resistir morderme los labios. La situación resultaba a la vez comprometida y morbosa. Nuestra vecina detallándome sin pudor la intensidad de sus orgasmos con aquella lengua explorando su intimidad y yo, intentando aparentar serenidad pese a sentir los latidos de mi corazón acelerarse y mi ropa interior humedecida. Y no solo por sus palabras cariño, si no por los recuerdos que ellas me traían. ¿Tú recuerdas el día en el que te metiste bajo mi vestido y me saboreaste hasta hacerme alcanzar un intenso orgasmo, que tuve que mitigar mordiendo las mangas de tu jersey en la ultima fila del cine? Seguro que sí. Yo, ahora, mientras te escribo, me vuelvo a humedecer solo de recordarlo.....seguro que Vanessa lo agradece.

Como te decía la situación era morbosamente comprometida, y todavía fue a más. Me dijo que si algo bueno tenia su ex era lo mucho que había abierto su mente en el mundo del sexo. Me contó que con él había experimentado sus primeras relaciones en lugares públicos, sus primeros intercambios de pareja y sus primeras relaciones lesbicas y que, desde que estaba sola, había aprovechado muy bien todas aquellas enseñanzas y que ahora disfrutaba ampliamente de los placeres del sexo.

lunes, 11 de junio de 2012

Un juguete en sus manos (Parte 2/2)

Mis gritos cada vez eran menos imperativos y más suplicantes. La posición no era del todo incomoda. Mis piernas habían quedado ligeramente entreabiertas y los brazos en alto pero no me gustaba sentirme indefensa. Aquella no era mi idea de una fiesta sexual entre los cuatro.

Los tres se han subido a la cama. Los dos chicos a ambos lados de ella. Han empezado a besarse. Ella va girando la cabeza de boca en boca. Primero a la boca de su chico, después a la del atractivo acompañante. Anudando sus lenguas, intercambiando sus salivas. Sus miradas son lascivas. Yo seguía suplicando que me soltaran. Mi mente no dejaba de pensar en lo estupida que había sido. Mi coño, en cambio, comenzaba a latirme con fuerza.

Las hábiles manos de los chicos no han tardado en dejarla en ropa interior. Lleva un conjunto de color violeta claro. Sus pezones se marcan en el sujetador. La mancha oscura en su tanga delata lo excitada que esta. Desde atrás su chico desabrocha el sujetador. Su acompañante disfruta de la preciosa vista de sus tetas. Sus pezones son grandes y de un tono marrón oscuro. Se ven completamente duros. El se agacha ligeramente y comienza a lamerlos, succionarlos y mordisquearlos. Su chico mientras tanto la besa en cuello. Ella suspira de placer. Y me mira. ¡La muy hija de puta no deja de mirarme! Con sus ojos brillantes por el deseo observa como intento soltarme de las cuerdas y como mi coño empieza a empapar mis muslos. Se sonríe.

Poco a poco los chicos se van desnudando. Me muestran sus cuerpos atléticos y sudorosos sin ni siquiera mirarme. Solo le prestan atención a ella, ningún caso a mis ruegos y suplicas cada vez mas mitigados por la desesperación. Se quedan completamente desnudos, sus pollas erectas, sus respiraciones agitadas. Noto como las gotas de mi flujo resbalan por mis piernas. ¡Dios, necesito al menos tocarme!

Se lo suplico. Se ríen. Comentan lo cachonda que estoy y lo perra y zorra que se me ve. Vuelvo a enfurecerme. Los maldigo. Los insulto. Eso parece excitarlos más. Mi coño sigue latiendo con fuerza.

Ella se deja despojar de las bragas. Tiene el coño completamente depilado y se ve brillante y abierto. Se tumba en la cama y comienza a mamarles sus vergas empalmadas. Las pone una junto a la otra. Las recorre con la lengua. Las separa solo para introducírselas hasta el fondo de su garganta para volverlas a sacar brillantes y más tensas. Ellos jadean, disfrutan, se excitan, me miran. ¡Hijos de puta dejar de mirarme y soltarme! Se sonríen. Se miran. Dicen cosas soeces sobre mi. Se jactan de ver como mi coño gotea al suelo. Me siento utilizada, usada. Y tremendamente cachonda.

Ella se arrodilla en la cama entreabriendo sus piernas. Se introduce la polla de su chico en la boca y comienza a mamarla con ansia. Su acompañante se agacha y mete la cabeza entre sus piernas pasando su lengua por toda la humedad de su coño. Ella suspira sin dejar de tragarse la polla de su chico. ¡Los odio! ¡Me oyen cerdos! ¡Los odio!

Se que me oyen pero no me hacen caso. Ella estalla en un orgasmo en la boca del chico. Sale de debajo de ella con la cara brillante. Empapada en flujos blanquecinos. Ella se gira y se dedica a recompensarle. Le lame la cara, se la limpia de flujos y con los labios brillantes y mirada lujuriosa se abalanza sobre su polla y la devora. El gime con fuerza. Oigo sus gritos de placer y aunque aprieto mis ojos para no verlo sus jadeos hacen que me ponga más cachonda y mi coño me ruegue que lo acaricie. ¡Por favor soltarme una mano para que pueda masturbarme! Les suplico.

Vuelven a insultarme. Vuelven a decir cosas soeces y lascivas sobre mí. Vuelven a hablar de lo cachonda y cerda que soy. Esta vez no les insulto. Tienen razón. Estoy cachonda como una perra y necesito al menos masturbarme. Pero no hacen caso a mis suplicas y siguen follándose.

El chico de mi amiga aprovecha la postura de su chica para penetrarla desde atrás. Inserta su polla en su coño mojado y agarrado a su cintura empuja con sus caderas haciéndola tragar la polla de su acompañante. Les oigo jadear. Abro los ojos casi inconscientemente. Los veo follar y mi coño no lo resiste más. Ante la falta de mis caricias estalla él solo en un tremendo orgasmo que me hace gritar de placer.

Uno de los chicos dilata el culo de ella con los dedos. La preparan para penetrarla los dos a la vez. Con los dedos y la humedad de su coño no tardan en dilatarlo y dejarlo preparado. Uno de ellos se tumba en la cama. Ella despacio se va sentando sobre él. Me dejan ver como su polla la va invadiendo lentamente su precioso culo mientras noto como mi orgasmo resbala por mis muslos. Lentamente, entre fuertes gemidos de placer, su culo se traga por completo aquella brillante polla. Se deja caer hacia atrás y el aprovecha para sujetarse a sus pezones. Su chico toma posición. Lentamente. Dejándola disfrutar de cada centímetro de sexo que la penetra va llenando su coño. Después se apoya en sus brazos y comienza a mover rítmicamente las caderas. Veo como la folla. ¡POR DIOS, POR DIOS, SOLTARME!

Gritan, jadean. La oigo a ella pedir que no paren. Ellos suspiran y se tensan. La oigo gritar a ella que va a correrse. ¡Me corro, me corro! Grita la muy cerda. Mi coño vuelve a latirme. Me sangran un poco los labios de tanto mordisqueármelos. Ella estalla de placer. Poco a poco sus pollas la van abandonando.

Salen chorreantes, tensas, duras, con las venas completamente marcadas. Pienso que ojala vengan a donde mi a correrse. Deseo ser manchada con sus corridas. Pero esta vez me cayo mis suplicas. Se que si lo pido no me lo darán. Así al menos tengo una posibilidad. Deseo que sean clementes conmigo.

Les veo satisfecha levantarse de la cama. Mi coño late de alegría al ver como se alejan de ella y se acercan a mí. Pronto la alegría se convierte en desesperación.

Se detienen. Me miran. Se siguen masturbándose mirando mi cuerpo excitado. Observando mis muslos marcados de flujos blanquecinos que empiezan a secarse. Con la mirada fija en mi coño que late con vida propia. Deseo que se corran. Que me ensucien. Pero los muy cabrones se giran y vuelven a la cama, con sus vergas mas tiesas todavía, donde ella les espera. ¡Hijos de puta, soltarme!

Ella abre su boca. Ellos se masturban duro. Apuntan a su cara. La maldigo cuando sus corridas la inundan y su leche llena su boca. Ella se relame. Los limpia. Se sientan un rato en la cama a observarme con sus miradas lascivas y divertidas. Me miran y le comentan a ella que tenia razón. Que yo era la perfecta para su juego. Lentamente los tres se visten.

Se acercan a mí y me desatan. Quiero pegarles, insultarles, maldecirles, obligarles a volverse a desnudar y que me follen. Pero no lo hago. Seria humillarme. Recojo mi ropa del pasillo y me visto y salgo de la casa. Cierran la puerta tras de mi.

Entro en el ascensor. Son siete pisos. Pulso el botón de parada. Descontrolada me subo el vestido y aparto mis bragas. Me meto los dedos hasta el fondo de mi coño y me masturbo con rabia.

¡HIJOS DE PUTA AHORA NO PODEIS HACER NADA PARA EVITARLO! Grito en el momento que alcanzo un orgasmo bestial que me hace temblar las piernas.

jueves, 7 de junio de 2012

Un juguete en sus manos. (Parte 1/2)

No entiendo como he podido terminar así. Atada, indefensa, suplicante, cachonda, empapada, sollozando. Suplico, ruego, suspiro, pido, imploro, pero no me hacen caso. Solo soy su juguete. Su voayeur.

Lo tenían todo planeado, desde el principio, y yo me he dejado engañar como una tonta. Y ahora, están los tres frente a mí. Dos hombres y una mujer. Follando, follando como locos, gimiendo, gritando, sudando, suspirando, ignorando mis suplicas. Y yo, atada a la pared de pies y manos, sin poder hacer nada salvo mirarles e implorar. Sin poder acariciarme con mis manos, sin siquiera el derecho a patalear. Mis pies están firmemente sujetos. Solo puedo mirarles y oírles. Mi coño empapa mis muslos y gotea al suelo de placer al verlos mientras el resto de mi cuerpo sufre la tortura.

Todo ha comenzado con una llamada de una amiga. Me ha pedido un favor. Tenía una cita y necesitaba que la acompañara. Ella, su chico y un incomodo sujetavelas que la fastidiaba sus planes. ¡Maldita mentirosa!

He aceptado. Nunca esta de más que te deban un favor, nunca sabes cuando puedes tu necesitar uno. He acudido a la cita elegante y atractivamente vestida. Un vestido negro de tirantes con algo de escote y unos zapatos de tacón. He llegado al bar y mi amiga esperaba en la puerta. Me ha dado un ligero beso en los labios, que no me ha sorprendido, y me ha invitado a pasar. Los chicos nos esperaban.

La cita no empezaba mal. El sujetavelas en cuestión era un hombre bastante atractivo. Alto, atlético, de sonrisa traviesa y mirada profunda, maduro, con alguna cana en su pelo moreno que le daban un toque seductor. He tenido la sensación de que la velada iba a ser interesante. No me he equivocado. ¡Pero no esperaba acabar aquí! ¡Atada viéndolos follar como animales salvajes!

La cena ha sido distendida. No he tenido más que reconocer el buen gusto de mi amiga eligiendo acompañante. Su chico también era tremendamente atractivo. Incluso ella, con aquella blusa vaporosa de color azul celeste, me ha parecido tremendamente sensual.

Mi calenturienta mente ha viajado durante la cena a alguna fiesta sexual entre los cuatro y no he tardado en notarme humedecida. ¡Que cerca y que lejos estaban mis pensamientos de la realidad!

Acabada la cena mi amiga no ha dudado en invitarnos a los tres a tomar algo a su casa. A mi me ha parecido una estupenda idea. Se acercaba mucho a la idea que había estado humedeciendo mi ropa interior. Los chicos también han aceptado encantados.

Hemos subido a la casa y los nos hemos sentado en el salón. Mi amiga nos ha traído unas copas y hemos empezado a charlar. La conversación se ha empezado a tornar en banal y aburrida y, ¡estupida de mi!, he decidido sacar a pasear mi lado travieso y provocador. Ni corta ni perezosa, aprovechando un instante de silencio entre los cuatro, he tomado la palabra y les he confesado mis pensamientos durante la cena. Los tres han puesto cara de sorprendidos. Mirándome como si estuviera loca. ¡Hijos de puta como me han engañado!

Viéndoles así, sorprendidos, incluso, aparentemente algo cohibidos, mi lado perverso se ha ido soltando la melena. He empezado a darles detalles de lo que mi mente había estado pensando mientras nos servían la comida. Les he hablado de mis ideas calenturientas, de lo morbosamente excitada que me había sentido durante la cena pensando en una fiesta sexual entre los cuatro, pensando en cuatro cuerpos desnudos, sudorosos, borrachos de lujuria y de deseo, pensando en miradas lascivas, palabras soeces, olores intensos a sexo. Les he contado, ya totalmente desinhibida ante sus miradas de asombro y sus caras sonrojadas, como la humedad del deseo había ido impregnando mi ropa interior mientras pensaba en caricias entre los cuatro, besos húmedos compartidos, el sabor de sus tres sexos en mi boca.

Mi discurso estaba causando efecto, no me quitaban la vista de encima, se les notaba interesados, nerviosos, poco a poco más y más excitados e inquietos. ¡Cabrones que bien estaban actuando!

He empezado a acompañar mis palabras con movimientos lascivos y provocadores. Sin dejar de sentir sus miradas fijas en mí he empezado a subir y bajar las manos por mis piernas, cada vez más arriba, subiendo con ellas mi vestido lentamente, mordisqueándome los labios y entrecortando mis palabras entre suspiros intencionados. No he dejado de rozarme hasta que mi vestido ha quedado casi por completo enroscado en mi cintura y mis muslos a la vista de mis sorprendidos oyentes.

Entonces ha empezado todo. El que hacía el papel de incomodo sujetavelas, porque todos hacíamos un papel, yo el de pardilla, se ha levantado del asiento. Se veía que mi conversación y mis caricias habían causado efecto en él. Una tremenda erección deformaba sus pantalones. Ha venido a sentarse a mi lado y ha puesto una de sus manos sobre mis muslos. Le he dejado hacer. Era lo que estaba deseando desde que lo imagine durante la cena con su lengua entre mis piernas. Mi amiga y su chico han empezado a besarse. Frente a ellos podía ver como sus lenguas se buscaban y se entrelazaban. He notado como la imagen de los dos besándose y acariciándose y el calor de la mano que recorría mis muslos volvían a empaparme por completo. He buscado sus labios y le he besado apasionadamente. Buscando con mis manos el contacto con su piel levantándole la ropa, empezando a desabrocharle los botones de la camisa. El ha bajado los tirantes de mi vestido. Mis firmes pechos han quedado frente a él y no ha dudado en bajar a lamerlos. Le he apretado su cabeza contra ellos sin quitar la vista de mi amiga y su chico que también empezaban a desnudarse entre suspiros.

Entonces he notado como paraban de mordisquearme los pezones. Me ha dicho que se sentía incomodo delante de sus amigos. Que prefería que nos fuéramos a otro cuarto a solas. ¡Que bien has actuado grandísimo cabrón!

Yo me moría de ganas por quedarme allí, por compartir también las caricias del chico de mi amiga, por meter también mi lengua en la boca de ella, por besar sus pechos, por lamer sus sexos, por disfrutar de los tres. Pero viendo su cara de por favor y sintiendo la necesidad de volver a sentir su lengua en mis pezones he aceptado.

Me ha llevado de la mano a una de las habitaciones. Por el camino mi vestido ha ido cayendo al suelo hasta que lo he dejado abandonado a su suerte en mitad del pasillo. He llegado a la habitación con mis pezones erectos, mi boca entreabierta y mis bragas mojadas. Hemos entrado en la habitación a oscuras. El me ha apoyado contra la pared. Me ha estrujado contra sus brazos. Me ha metido la lengua hasta el fondo de la boca mientras con sus manos masajeaba mis pezones. Me ha hecho suspirar. Me ha calentado. Me ha puesto cachonda hasta perder el control de la situación. Me ha agarrado de las manos y las ha ido subiendo por la pared hasta dejarme con los brazos extendidos aprisionada bajo su cuerpo. He notado como algo se anudaba en mis muñecas y como de pronto estas se tensaban. Entonces ha empezado mi tortura.

Antes de que haya podido reaccionar se han encendido las luces de la habitación. Mi amiga y su chico han entrado y se han sonreído. He empezado a preguntar que pasaba, que estaban haciendo, pero no respondían, solo sonreían. El otro chico me ha despojado de mis bragas y me ha dejado completamente desnuda. Con su humedad ha mojado mi cara y luego le ha dado mis bragas a, la que yo consideraba mi amiga. Ha respirado profundo en ellas y se ha relamido. He seguido preguntando que hacían. Pero no me respondían. Ambos chicos se han agachado a mi lado y cada uno de ellos ha sujetado una de mis piernas. He bajado la mirada y he visto como en la pared había dos lazos. Han llevado mis piernas hasta ellos y, sin poder hacer nada por evitarlo me han anudado los tobillos mientras hacían comentarios sobre lo cachonda que estaba y lo putita que era. Les he ordenado que me soltaran. No me gusta que me insulten y me he enfurecido. He intentado soltarme pero me habían atado fuertemente. Los tres se sonreían, ahora era yo la que tenia cara de sorprendida. ¡Había caído en su trampa! ¡Me habían utilizado desde el principio!

miércoles, 6 de junio de 2012

El baño de Sandra (Parte 2/2)

A duras penas sí podía contenerse quieta en su lado de la bañera. No podía evitar imaginar el miembro erecto de él rozándose en la entrepierna de la niña mala, creciendo con cada caricia, tensándose hasta marcarse de venas hinchadas de placer. Imaginaba las primeras gotas de flujo saliendo de un capullo rosado y sensible y a la vez pensaba en el clítoris igual de sensible e hinchado de Verónica empapado del placer de aquellas caricias lujuriosas. Sandra se mordía los labios. Cruzaba las piernas y las apretaba con fuerza intentando apaciguar los latidos, cada vez más evidentes, de su sexo. Estaba al límite de su capacidad de control, como un volcán a punto de entrar en una erupción pecaminosa. Pero Sandra se veía capaz de aguantar si la niña mala y el chico no pasaban de aquellas caricias.

Pero no fueron Verónica y el chico moreno quienes acabaron con el control de Sandra. Un gemido llegó desde la esquina de la bañera a sus oídos. Eran Roberto y Sara que llevados por el calor de las caricias de la otra pareja habían empezado un juego igual, o más, peligroso. Sara estaba sentada en el borde de la bañera, con su escultural cuerpo fuera, sólo con las piernas colgando dentro del agua burbujeante. Roberto estaba arrodillado delante de ella. Con el cuerpo dentro del agua y la cabeza asomando apoyada entre los muslos de Sara. Su lengua la lamía. Recorría el interior de aquellos muslos. A Sara se le había escapado aquel gemido, que había llamado la atención de Sandra, al sentir la primera caricia de la lengua de su acompañante sobre la tela mojada de su bikini. Y aquel gemido no sólo había llamado la atención de Sandra.

Verónica había dejado de besar a su chico y miraba atenta la evolución de la lengua de Roberto entre las piernas de Sara. Al parecer aquella escena de sus acompañantes acabó de excitarla y descontrolada se levantó de las piernas del chico moreno, le quitó el bañador dejando a la vista su miembro viril y erguido, y apartándose su bikini turquesa con los dedos se sentó sobre aquel mástil de placer y comenzó a mover sus caderas sin dejar de mirar a Sara. Al hacerlo también quedó de cara a Sandra.

Sandra miraba a las dos parejas. A Roberto devorando la entrepierna de Sara, a Verónica cabalgando sobre el sexo erecto del chico moreno que había roto en gemidos de placer. El SPA se llenó de suspiros y jadeos y Sandra se sorprendió a si misma al escuchar un gemido que no venía de ninguna de las dos parejas, si no de ella.

Había perdido el control y no puedo evitar que una de sus manos se colara descarada dentro de su bikini blanco y estuviera masturbándola. Sus dedos la recorrían con descaro. La acariciaban desde la entrada de su húmedo sexo hasta la cima de su latente clítoris que sufría espasmos placenteros con cada caricia. Sus gemidos se unieron a la sinfonía de placer de las dos parejas. Se hicieron tan presentes que Sara y Verónica la miraron y ambas se sonrieron al verla disfrutar de aquella manera. Sandra se sonrojó al verse observada pero era tanto el placer y el deseo que sentía que siguió masturbándose. En ese momento de clímax otro chico entró en el SPA.

Era un chico de pelo castaño, delgado, no muy atlético pero bien parecido y de unos bonitos ojos color caramelo. Al ver la escena de la bañera se quedo boquiabierto sin atreverse a entrar en el agua. Pero no apartó la mirada de lo que allí ocurría y pronto se hizo evidente de que la escena lo excitaba sobre manera. El bulto que se formó en su bañador lo deformó por completo haciendo más que clara su excitación.

Aquel miembro erecto no pasó desapercibido a los ojos de Verónica que, sin dejar de cabalgar sobre su chico moreno, invitó a pasar al otro joven a la bañera. Sandra no pudo más.

Levantándose como un resorte del agua agarró al chico del cuello y lo besó con una lujuria desenfrenada antes de que él pudiera acercarse a Verónica. No estaba dispuesta a que aquella chica se quedara con dos hombres mientras ella seguía masturbándose. El chico recibió aquel beso primero con sorpresa pero la excitación de Sandra, la habilidad de su lengua que se movía con destreza dentro de su boca y las ganas de sexo que aquella escena le habían hecho tener acabaron por hacerle dejarse llevar y corresponder al beso de Sandra con la misma intensidad. Sandra ya no podía más. Le temblaban las piernas. Su sexo latía con fuerza pidiéndole a gritos que calmara su deseo. Sentó al chico en la bañera, le quitó el bañador y una contracción de placer le recorrió el cuerpo entero al observar aquel miembro preparado y dispuesto para ella. Se quitó la parte de abajo de su bikini blanco y se sentó sobre él dejando que aquella erecta polla la llenara por completo. Luego la cabalgó con ansia y descontrol. Fue tanto el placer que sintió que sus jadeos silenciaron los de Verónica y Sara. Su orgasmo cada vez estaba más cerca y podía sentirlo nacer ya dentro de ella. A la vez sentía como aquella polla se tensaba dentro de su sexo y hasta podía notarla arder. Y entonces ocurrió.

Roberto y el chico moreno dejaron a un lado a Verónica y Sara. Ambos se levantaron con sus miembros erectos y se acercaron a Sandra. Las dos chicas, desprovistas de sus juguetes, se dedicaron a masturbarse la una a la otra mientras se besaban en un beso lésbico apasionado. Mientras Roberto y el chico moreno se masturbaban delante de los ojos de Sandra que acercaba su lengua para lamer los capullos sonrosados de ambos sin dejar de sentir el otro miembro atravesándola por dentro. El placer de tres pollas sólo para ella acabó por hacerla desfallecer. Con un grito ahogado anunció a los presentes su orgasmo y, en el mismo momento que su placer se desbordaba y la dejaba vacía, los tres chicos se encargaron de llenarla.

Roberto y el chico moreno estallaron casi al unísono sobre su boca y su cara llenándola del semen sabroso y caliente de sus sexos. Y su chico, aquel sobre el que cabalgaba sin siquiera saber su nombre, se corrió dentro de ella tan fuerte que Sandra podía sentir después su semen resbalando por sus muslos. Agotada Sandra se dejó caer dentro del agua.

Cuando salió a tomar aire, con la respiración aún entrecortada y el corazón acelerado, estaba sola en la bañera. Sandra miró a todos los lados sin entender. Cuando se dio cuenta de que tenía la mano entre las piernas, que su bikini blanco estaba manchado y que sobre el agua del SPA podían verse unos hilos de flujos blanquecinos lo entendió todo.

Había llegado al SPA muy cansada y el efecto del agua le había relajado tanto que se había quedado dormida. Aquella escena con las dos parejas y el chico desconocido sólo había sido un sueño. Un sueño tan real y excitante que le había hecho masturbarse en sueños hasta alcanzar el orgasmo.

martes, 5 de junio de 2012

El baño de Sandra (Parte 1/2)

El día en el trabajo había sido agotador. Sandra sólo podía pensar en que su reloj marcara la hora de salida. Se le hacía la boca agua de saber que al salir iba a poder darse un baño relajante en las aguas calidas de un SPA. Había estado pensando en aquel momento toda la semana y, por fin, había llegado.

Fue salir del trabajo e ir a toda prisa a aquella sesión de SPA que la estaba esperando. El día había sido tan duro que Sandra sentía todos los músculos de su cuerpo doloridos y un peso sobre los hombros que le incomodaba. El calor había hecho que la ropa se le pegara y que unas pequeñas gotas de sudor perlaran su frente. Por eso, en cuanto llegó al centro de hidroterapia, lo primero que hizo fue quitarse la ropa, despojarse de aquellas prendas que por el calor se pegaban a su piel. Sandra se quitó los pantalones y la camisa. Sólo desprenderse de aquellas prendas ya fue para ella un alivio. En ropa interior se miró en el espejo de los vestuarios. El pelo negro recogido, la cara cansada, los pómulos colorados por el calor, una gota de sudor resbalándole por el cuello hasta perderse en las costuras de su sujetador. ¡Dios que ganas tenía de meterse en la piscina con burbujas!

Sandra se quitó su ropa interior de color azul celeste y la cambio por un bonito bikini de color blanco que, si bien cubría perfectamente todos sus encantos, le hacía verse muy atractiva. Guardó toda su ropa en la taquilla y, disfrutando de cada paso hacía el agua, como quien saborea una fresa a pequeños mordiscos para que nunca se acabe, llegó hasta la bañera de hidromasaje. Ver las burbujas de aquella bañera danzando sobre el agua le hicieron sentir un cosquilleo de placer que subió por su columna vertebral y terminó golpeando con una descarga de placer sus sienes haciéndola cerrar los ojos y morderse sus suaves labios rosados.

Sandra dejó que aquellas burbujas calidas bañaran su cuerpo. Lentamente fue metiéndose en la bañera, cubriendo primero sus piernas. Cuando el agua y las burbujas llegaron a sus muslos y mojaron su bikini Sandra volvió a sentir el escalofrío de placer y se mordió los labios otra vez.

Con todo el cuerpo ya dentro del agua, sintiendo como el efecto del hidromasaje empezaba a relajarla, Sandra soltó su pelo que quedó flotando como una pequeña marea negra sobre las aguas. Su cuerpo fue resbalando despacio hasta sumergirse del todo. Cuando salió del agua su pelo enmarcaba la sonrisa de satisfacción de su cara y tenía los ojos cerrados. Así se quedó apoyada contra la bañera mientras disfrutaba de las caricias de las burbujas en su, cada vez más relajados músculos.

Unos pasos le hicieron darse cuenta de que ya no estaba sola en la bañera. Un chico de pelo moreno, de piel bronceada y bonita sonrisa estaba entrando en el agua. Venía con un bañador muy ajustado al que Sandra no pudo evitar echar una mirada furtiva. El joven se sentó frente a ella y durante unos segundos ambos se quedaron mirando. Había algo en la sonrisa traviesa de aquel chico que atraía a Sandra. Sus miradas se cruzaron en un par de ocasiones más pero ninguno de los dos rompió el hielo con palabras.

Sandra estaba pensando en decirle algo cuando un saludo desde la entrada rompió el silencio. Una joven de unos veinticinco años, de pelo castaño y cara de niña mala les daba las buenas tardes antes de entrar en la bañera. Llevaba un bikini de color azul turquesa que, en cuanto se humedeció al contacto con el agua dejó traslucir unos enormes pezones en su parte superior. El chico dejó de mirar a Sandra y durante unos segundos fijó su mirada en aquellas aureolas que se transparentaban. ¡Que todos los hombres sean iguales! Aunque a Sandra no le quedó más remedio que reconocerse a si misma que ella también había mirado la exhuberancia de aquella joven.

Verónica, que así dijo llamarse la niña mala, era muy habladora y por lo que pudo observar Sandra bastante lanzada ya que en cuanto el chico le dio un poco de conversación, ella y sus risitas traviesas, se fueron acercando a él hasta que estuvieron uno al lado del otro. Sandra cerró de nuevo los ojos centrándose en relajarse y obviando las técnicas de seducción de aquella descarada. Pero a Sandra le duraron poco los ojos cerrados.

Lo que le pareció un suspiro le hizo volver a abrirlos por curiosidad. El ver como el joven y la niña mala se comían la boca con desenfreno le hizo mantenerlos abiertos. En un principio aquella escena de lenguas entremezcladas le ruborizó y a punto estuvo de llamar la atención a los dos alertándoles de su presencia. Pero cuando el chico abrió sus enormes ojos negros y, sin dejar de besar a Verónica, los clavó en ella a Sandra le recorrió una extraña sensación por el cuerpo mezcla de rubor, morbo y excitación. Lo que en un principio le pareció una escena indecorosa se transformó en una escena de lujuria que se dispuso a disfrutar.

Verónica devoraba los labios del chico. Sandra podía ver la lengua de ella recorriendo cada centímetro de los labios de él. Luego, cuando el joven la agarraba de la cabeza e introducía su lengua en lo más profundo de su boca él seguía abriendo los ojos y mirando a Sandra con descaro. Sandra no lo podía explicar pero cada vez que aquellos ojos profundos la miraban mientras besaba a la otra chica ella sentía que su excitación aumentaba tanto que cuando vio que la mano del chico se perdía dentro del minúsculo bikini de Verónica sintió un pequeño espasmo de placer entre sus muslos.

La niña mala dejó escapar un gemido ahogado al sentir los dedos del joven explorando dentro de su bikini. Sin pensarlo dos veces se sentó sobre las piernas de él. Al hacerlo, durante unos segundos, se colocó de pie de espaldas a Sandra que se ruborizó al sentir una nueva contracción de placer entre sus piernas al ver transparentado en aquel bikini color turquesa el apetecible culo de Verónica. Sandra tuvo que morderse los labios y cruzar las piernas para controlar las sensaciones que empezaba a sentir. Se veía inmersa en aquel torbellino de lujuria que sus dos compañeros de bañera estaban formando y sentía una fuerte atracción a seguir mirando.

En aquel momento otra pareja llegó a la piscina. Al verlos Sandra se sintió aliviada. La llegada de aquellos dos nuevos inquilinos a la bañera tranquilizaría los ánimos del joven y la niña mala y así podría escapar del influjo de ellos dos. Pero Sandra se equivocaba.

Verónica saludó a los dos nuevos acompañantes con su habitual sonrisa sin bajarse de las piernas del chico y, una vez echas las presentaciones siguió comiéndose los labios de su acompañante con el mismo deseo o más que minutos antes. Era tal su ansia que parecía querer arrancarle los labios en cada beso. Roberto y Sara, que así se llamaban la pareja se sonrieron al ver los apasionados besos de los dos jóvenes.

Roberto y Sara eran algo mayores. Roberto tendría ya sus treinta y cinco años y Sara tenía pinta de haber superado recientemente la barrera de los treinta. Él era un chico normalito, de pelo castaño corto y con alguna cana que delataba su edad. Sin embargo Sara era preciosa. Tenía unos ojos grises y profundos en los que resultaba fácil perderse. Su larga melena rubia y rizada caía sobre sus hombros y terminaba sobre sus pechos dotándoles de un marco inmejorable. Tenía los labios carnosos y de un suave tono rosa pastel que los hacía tremendamente apetecibles y su sonrisa y su voz eran tan dulces que cautivaban a quien la escuchaba. Sandra esperaba que fueran ellos quienes cortaran la efusividad de Verónica y el joven pero en vez de eso ambos se reían divertidos al ver como sus besos se iban apasionando, como sus respiraciones se iban entrecortando y como sus cuerpos empezaban a contonearse sobre las aguas. Sandra no se lo podía creer, el joven y la niña mala estaban a punto de ponerse a follar allí mismo. Y lo peor...ella estaba deseando verlo.

domingo, 3 de junio de 2012

Poesia Erotica (Presentación del blog)


Oh diosa del amor.

Permíteme entrar en tu templo.

Perdóname los pecados cometidos

en sacrílegos lugares con semi diosas

o vulgares impostoras.

Bautízame en la pila bautismal de tu cuerpo

y conviérteme a tu religión.

Honra a este pobre mortal con el cobijo de tu morada

y permíteme loar tus milagros cada noche.

Oh Diosa del deseo.

Llámame a tu presencia cuando me necesites.

Yo me arrodillare ante ti

y mi boca blasfema y profanadora

rezará tus oraciones.

Sacia mi sed con tu cáliz.

Permíteme caer en la tentación de tu cuerpo

más líbrame del mal de tu ausencia.

Oh Diosa de la vida.

Purifica este cuerpo corrupto

alimentándolo con el mana de tus frutos.

Honrare tu templo, cubriré su altar con las mejores galas.

Solo en tu morada se puede alcanzar el paraíso en vida.