miércoles, 6 de junio de 2012

El baño de Sandra (Parte 2/2)

A duras penas sí podía contenerse quieta en su lado de la bañera. No podía evitar imaginar el miembro erecto de él rozándose en la entrepierna de la niña mala, creciendo con cada caricia, tensándose hasta marcarse de venas hinchadas de placer. Imaginaba las primeras gotas de flujo saliendo de un capullo rosado y sensible y a la vez pensaba en el clítoris igual de sensible e hinchado de Verónica empapado del placer de aquellas caricias lujuriosas. Sandra se mordía los labios. Cruzaba las piernas y las apretaba con fuerza intentando apaciguar los latidos, cada vez más evidentes, de su sexo. Estaba al límite de su capacidad de control, como un volcán a punto de entrar en una erupción pecaminosa. Pero Sandra se veía capaz de aguantar si la niña mala y el chico no pasaban de aquellas caricias.

Pero no fueron Verónica y el chico moreno quienes acabaron con el control de Sandra. Un gemido llegó desde la esquina de la bañera a sus oídos. Eran Roberto y Sara que llevados por el calor de las caricias de la otra pareja habían empezado un juego igual, o más, peligroso. Sara estaba sentada en el borde de la bañera, con su escultural cuerpo fuera, sólo con las piernas colgando dentro del agua burbujeante. Roberto estaba arrodillado delante de ella. Con el cuerpo dentro del agua y la cabeza asomando apoyada entre los muslos de Sara. Su lengua la lamía. Recorría el interior de aquellos muslos. A Sara se le había escapado aquel gemido, que había llamado la atención de Sandra, al sentir la primera caricia de la lengua de su acompañante sobre la tela mojada de su bikini. Y aquel gemido no sólo había llamado la atención de Sandra.

Verónica había dejado de besar a su chico y miraba atenta la evolución de la lengua de Roberto entre las piernas de Sara. Al parecer aquella escena de sus acompañantes acabó de excitarla y descontrolada se levantó de las piernas del chico moreno, le quitó el bañador dejando a la vista su miembro viril y erguido, y apartándose su bikini turquesa con los dedos se sentó sobre aquel mástil de placer y comenzó a mover sus caderas sin dejar de mirar a Sara. Al hacerlo también quedó de cara a Sandra.

Sandra miraba a las dos parejas. A Roberto devorando la entrepierna de Sara, a Verónica cabalgando sobre el sexo erecto del chico moreno que había roto en gemidos de placer. El SPA se llenó de suspiros y jadeos y Sandra se sorprendió a si misma al escuchar un gemido que no venía de ninguna de las dos parejas, si no de ella.

Había perdido el control y no puedo evitar que una de sus manos se colara descarada dentro de su bikini blanco y estuviera masturbándola. Sus dedos la recorrían con descaro. La acariciaban desde la entrada de su húmedo sexo hasta la cima de su latente clítoris que sufría espasmos placenteros con cada caricia. Sus gemidos se unieron a la sinfonía de placer de las dos parejas. Se hicieron tan presentes que Sara y Verónica la miraron y ambas se sonrieron al verla disfrutar de aquella manera. Sandra se sonrojó al verse observada pero era tanto el placer y el deseo que sentía que siguió masturbándose. En ese momento de clímax otro chico entró en el SPA.

Era un chico de pelo castaño, delgado, no muy atlético pero bien parecido y de unos bonitos ojos color caramelo. Al ver la escena de la bañera se quedo boquiabierto sin atreverse a entrar en el agua. Pero no apartó la mirada de lo que allí ocurría y pronto se hizo evidente de que la escena lo excitaba sobre manera. El bulto que se formó en su bañador lo deformó por completo haciendo más que clara su excitación.

Aquel miembro erecto no pasó desapercibido a los ojos de Verónica que, sin dejar de cabalgar sobre su chico moreno, invitó a pasar al otro joven a la bañera. Sandra no pudo más.

Levantándose como un resorte del agua agarró al chico del cuello y lo besó con una lujuria desenfrenada antes de que él pudiera acercarse a Verónica. No estaba dispuesta a que aquella chica se quedara con dos hombres mientras ella seguía masturbándose. El chico recibió aquel beso primero con sorpresa pero la excitación de Sandra, la habilidad de su lengua que se movía con destreza dentro de su boca y las ganas de sexo que aquella escena le habían hecho tener acabaron por hacerle dejarse llevar y corresponder al beso de Sandra con la misma intensidad. Sandra ya no podía más. Le temblaban las piernas. Su sexo latía con fuerza pidiéndole a gritos que calmara su deseo. Sentó al chico en la bañera, le quitó el bañador y una contracción de placer le recorrió el cuerpo entero al observar aquel miembro preparado y dispuesto para ella. Se quitó la parte de abajo de su bikini blanco y se sentó sobre él dejando que aquella erecta polla la llenara por completo. Luego la cabalgó con ansia y descontrol. Fue tanto el placer que sintió que sus jadeos silenciaron los de Verónica y Sara. Su orgasmo cada vez estaba más cerca y podía sentirlo nacer ya dentro de ella. A la vez sentía como aquella polla se tensaba dentro de su sexo y hasta podía notarla arder. Y entonces ocurrió.

Roberto y el chico moreno dejaron a un lado a Verónica y Sara. Ambos se levantaron con sus miembros erectos y se acercaron a Sandra. Las dos chicas, desprovistas de sus juguetes, se dedicaron a masturbarse la una a la otra mientras se besaban en un beso lésbico apasionado. Mientras Roberto y el chico moreno se masturbaban delante de los ojos de Sandra que acercaba su lengua para lamer los capullos sonrosados de ambos sin dejar de sentir el otro miembro atravesándola por dentro. El placer de tres pollas sólo para ella acabó por hacerla desfallecer. Con un grito ahogado anunció a los presentes su orgasmo y, en el mismo momento que su placer se desbordaba y la dejaba vacía, los tres chicos se encargaron de llenarla.

Roberto y el chico moreno estallaron casi al unísono sobre su boca y su cara llenándola del semen sabroso y caliente de sus sexos. Y su chico, aquel sobre el que cabalgaba sin siquiera saber su nombre, se corrió dentro de ella tan fuerte que Sandra podía sentir después su semen resbalando por sus muslos. Agotada Sandra se dejó caer dentro del agua.

Cuando salió a tomar aire, con la respiración aún entrecortada y el corazón acelerado, estaba sola en la bañera. Sandra miró a todos los lados sin entender. Cuando se dio cuenta de que tenía la mano entre las piernas, que su bikini blanco estaba manchado y que sobre el agua del SPA podían verse unos hilos de flujos blanquecinos lo entendió todo.

Había llegado al SPA muy cansada y el efecto del agua le había relajado tanto que se había quedado dormida. Aquella escena con las dos parejas y el chico desconocido sólo había sido un sueño. Un sueño tan real y excitante que le había hecho masturbarse en sueños hasta alcanzar el orgasmo.

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