viernes, 15 de junio de 2012

Hola cariño...(lesbico) Parte 1/2

Hola cariño;

He decidido dejarte este email porque sé que lo primero que harás al volver del partido, y ver que no estoy en casa, es conectarte a Internet y mirar tu cuenta de correo. Es lo que has hecho, casi cada día, desde que nos casamos, hace ya más de siete años, así que confió en que hoy no cambies tus costumbres.

En estos años de matrimonio hemos compartido muchas cosas y seguimos siendo tan felices, o más, que el primer día pero, si en algo estamos de acuerdo, los dos, es en que nuestra vida sexual se ha vuelto monótona.

Antes, de novios, éramos mucho más alocados, practicábamos el sexo en cualquier lugar y casi de cualquier forma. ¿Te acuerdas de aquella noche en el cuarto de baño de la casa de tus padres mientras ellos nos esperaban en la mesa para cenar? Los dos echamos de menos aquellos momentos pero ya casi nunca los llevamos acabo. De un tiempo a esta parte hemos estado hablando de recuperar aquellas costumbres, aunque ya al borde de los cuarenta, no estemos para follar en la parte de atrás de nuestro coche. Tu te has obsesionado con la idea de probar a hacerlo con otras personas, en hacer un trío. La idea siempre me ha resultado morbosa, incluso he tenido intensos orgasmos fantaseándolo a solas contigo, pero nunca me he atrevido a hacerlo. Me daba miedo. Nunca he estado segura de meter a otra persona en nuestras relaciones. Nunca hasta hoy, y por eso este email amor mío, porque creo que ha llegado la hora de hacer esa fantasía realidad.

Te preguntaras el porque de este repentino cambio. Ayer, mientras compraba el pan en la tienda del barrio, apareció Vanessa, nuestra vecina del segundo. Estoy segura que te acuerdas de ella ya que, cada vez que coincidimos en el portal o en el ascensor, siempre te la quedas mirando a los pechos. Venia vestida con una falda muy corta color negro que acentuaba la curva de sus caderas y una blusa blanca con bastante escote. Su pelo castaño le caía sobre los hombros, lo llevaba suelto. Iba ligeramente maquillada. Con un suave toque de color fucsia en sus labios y un poco de rimel que hacía más intensa su mirada de ojos verdes. Hubiera llamado tu atención amor mío. Me saludo y, después de una breve conversación de vecinas de cinco minutos, me invito a tomar una taza de café por la tarde si no tenia nada que hacer. Como tu cariño, ayer a la tarde, trabajabas acepte y a las cinco y media baje a su casa.

Me recibió casi desnuda. Llevaba la típica camiseta de chico que le llegaba por debajo de las rodillas de esas con un numero bordado a la espalda, curiosamente el sesenta y nueve, y que, a sus recién cumplidos treinta años, aun se puede permitir llevar. Se notaba claramente que bajo la camiseta no llevaba sujetador, ya que como tu bien sabes cariño, esta muy bien dotada de delantera y se notaba su suave bamboleo al andar.

Me sentí un poco incomoda. Yo con mis pantalones vaqueros ceñidos, esos que tu dices que me hacen un culo muy apetecible, y una blusa blanca sin mucho escote y el pelo recogido en una coleta y ella allí, delante de mí, prácticamente desnuda sin ningún pudor.

Me dijo que me pusiera cómoda en el sofá y ella vino con las tazas de café. Se sentó al otro extremo del asiento y, al hacerlo, la camiseta se subió levemente y dejo más a la vista sus firmes muslos. Nos pusimos a hablar y, la verdad, es una mujer encantadora. Cualquier menor atisbo de incomodidad en mí se borró al de quince minutos de conversación. Al de media hora ya parecíamos amigas de la infancia y empezó a contarme cosas de su vida. Porque seguía soltera, como había roto con su ultimo novio, como desde entonces no buscaba una relación con ataduras, no se muy bien como la conversación acabo derivando hacia el tema del sexo y su vida sexual.

Todo empezó cuando, hablándome de su ex pareja, comenzó a detallarme todos sus defectos, que si bebía, que si nunca estaba en casa, que si nunca la había amado como debía....la comente que algo bueno tendría que tener para haberse ido a vivir con él, y no lo dudo, me contesto que era un genio en la cama. Entre dientes y con una sonrisa traviesa confeso que no solo en la cama. No tuvo reparos en detallarme lo bueno que era usando la lengua. Me dijo que era el único hombre que le había conquistado entre las piernas. Ella me lo dijo sin inmutarse pero yo note como mis mejillas ardían y me ponía roja como un tomate, eso sí, despertó mi curiosidad.

Allí estaba yo, escuchando atenta como nuestra vecina me detallaba como su ex le hacia perder el sentido cada vez que posaba su lengua entre sus muslos. Empecé a ponerme nerviosa cuando, siempre entre risas me contó el día que no pudo resistirse a sus hábiles insinuaciones y le pidió, casi le rogó, que se metiera entre sus piernas. ¡ En la mesa de un restaurante!

Me recordó a nosotros cuando éramos novios mi amor y sentí que mi vientre se tensaba y que no podía resistir morderme los labios. La situación resultaba a la vez comprometida y morbosa. Nuestra vecina detallándome sin pudor la intensidad de sus orgasmos con aquella lengua explorando su intimidad y yo, intentando aparentar serenidad pese a sentir los latidos de mi corazón acelerarse y mi ropa interior humedecida. Y no solo por sus palabras cariño, si no por los recuerdos que ellas me traían. ¿Tú recuerdas el día en el que te metiste bajo mi vestido y me saboreaste hasta hacerme alcanzar un intenso orgasmo, que tuve que mitigar mordiendo las mangas de tu jersey en la ultima fila del cine? Seguro que sí. Yo, ahora, mientras te escribo, me vuelvo a humedecer solo de recordarlo.....seguro que Vanessa lo agradece.

Como te decía la situación era morbosamente comprometida, y todavía fue a más. Me dijo que si algo bueno tenia su ex era lo mucho que había abierto su mente en el mundo del sexo. Me contó que con él había experimentado sus primeras relaciones en lugares públicos, sus primeros intercambios de pareja y sus primeras relaciones lesbicas y que, desde que estaba sola, había aprovechado muy bien todas aquellas enseñanzas y que ahora disfrutaba ampliamente de los placeres del sexo.

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